
Un poco a la manera de Carlyle, cuyo ‘Sartor Resartus’ (‘Sastre
zurcido’) expone la doctrina de un filósofo imaginario y la ilustra con
ejemplos apócrifos, H. Bustos Domecq dedica este volumen a la discusión
imparcial de literatos, de escultores, de arquitectos, de gastrónomos y
de pintores que, por el momento, no existen, pero que son peligrosamente
posibles, dadas las propensiones de la época. El tono es humorístico,
según lo impone todo examen severo de las manifestaciones más novedosas
del arte y de las letras durante los últimos sesenta años. Veinte
crónicas, casi todas de índole narrativa, integran este libro amenísimo,
que satiriza lo universalmente consagrado, respetado, adulado y temido:
es decir, lo moderno. En el desorientado siglo que corre, la ignorancia
y la inepcia son infatigablemente inventivas; nos consta que H. Bustos
Domecq ha debido espolear a su Pegaso para que la realidad no lo deje
atrás. Según lo señala el prólogo que avalora Gervasio Montenegro, estas
impares ‘Crónicas’ constituyen el vademécum indispensable para el
curioso que quiera echar una ojeada sobre el conjunto panorámico de la
estética en boga. Su redacción jocosa, apunta agudamente «ex cathedra»
el profesor adjunto Longino, no excluye el pensamiento serio. Encarnados
en la figura de un «egoísta, tránsfuga, mentiroso, fanfarrón y casanova
barato», según la descripción de sus ilustres padres, Borges y Bioy
Casares crean en estas páginas un fascinante juego de ficciones y
espejos que lleva la parodia hasta sus últimas consecuencias.
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